¿Amor
a la vida?
La
polifacética doble moral de nuestra
sociedad
Wolfgang
Fischer
(versión.pdf)
El
modelo holandés de la eutanasia activa saca a los
guardianes de la moral de sus casillas. En lugar de
aprovechar la ocasión para tratar abiertamente el
tema del morir de un modo humano al margen de la medicina,
polemizan los actuales fariseos a voz en grito y
enfurecidos.
Si
bien en vistas a la eutanasia activa legalizada en Holanda
hace que la presente discusión sea muy controvertida,
no debe pasársenos por alto hasta qué punto
puede llegar a ser acuciante la necesidad de un acto de
empatía frente al dolor humano en vísperas de
la muerte.
A
este respecto el que la "inyección letal" deba
autorizarse o no es una cuestión harto dudosa ya por
el mero hecho de concentrarse toda la atención en
ella, ya que las vías naturales del acto de morir se
ignoran constantemente. A las personas que desean
profundamente morir, que han expresado este deseo en un
documento escrito y se niegan a tomar alimento y bebida, no
debería seguir administrándoseles forzadamente
alimentos e infusiones en el momento en que hayan entrado en
coma; actuar de un modo contrario es actuar contra la
dignidad humana. Tan natural como es aliviar el dolor por
vía medicamentosa, debería aceptarse con toda
serenidad el deseo de morir expreso de los enfermos
desahuciados.
Por
amor a la vida hemos de aceptar también el dolor y la
inseguridad en el último trayecto de nuestra vida
mortal. Este es un reto cultural y vital del que nos hemos
desentendido con harta facilidad.
Un
acto de gracia que se ha considerado siempre de lo
más natural frente a los animales domésticos o
cualesquiera tipo de animales se niega a las personas e
incluso se considera nocivo para las cultura... ¡y ello
con pésimos argumentos
escolásticos!
Un
requisito para ayudar a bien morir considerando que la
muerte en tanto final de la vida es tan natural como la vida
misma y poder acompañar así a nuestros
semejantes en esta última etapa del camino, consiste
en una cultura verdaderamente amante y promotora de la vida
que hemos de crear entre todos.
Los
comentarios actuales van desde expresiones como "inaudita
soberbia" y "ruptura con los valores culturales" hasta "el
final de nuestra tradición cristiana y humanista".
Según esta postura ayudar a morir activamente no
puede conjugarse con el voto hipocrático, antes bien
"Dios es Señor sobre la vida y la muerte" -
así se pronuncia, por ejemplo, la Iglesia
Evangélica Alemana.
La
hipocresía y falsedad es esta doble moral son
prácticamente insuperables.
Tengamos
a este respecto en cuenta la bendición de las armas a
cargo de las diferentes iglesias, la cura de almas en el
ejército en tanto institución social, la
industria armamentista lícita y generalmente aceptada
en tanto sector económico, el reinicio de una
política de confrontación belicosa a cargo del
gobierno federal en contra de las leyes fundamentales
alemanas, la falta de repulsa frente a la guerra a nivel
internacional, las regulaciones en pro de la industria mas
contra la preservación de la vida en todo lo tocante
a substancias químicas nocivas, el trato de la vida
humana en relación a la tecnología
genética, la tecnología genética misma
con sus falsas promesas... Todos estos hechos de la llamada
civilización atestiguan junto a otras muchas
crueldades e injusticias sistemáticas y cotidianas
una cultura de grandes extensiones adoradora de la
destrucción y la muerte. Consiste éste en
un hecho que los representantes de los establecimientos
sociales se niegan a ver. Pero el llamado mundo civilizada
no es sino la esclavitud del hombre y la más
desalmada explotación de la naturaleza en tanto no
solamente tolere, sino que hasta se halle él mismo
del lado que desprecia la vida y alaba al capital, mientas
siga tolerando e incluso potenciando ese comportamiento
enemigo de la naturaleza por mero afán de lucro. Este
modus vivendi tan brillantemente representado no es
más que una farsa.
Los
valores por los que se orienta la sociedad hace mucho tiempo
han dado la espalda a la naturaleza y a la vida en lugar de
protegerlas y ha mutado la solidaridad en la violencia
comúnmente aceptada contra la naturaleza y la vida
mismas. Se practica por el contrario la protección
legal de los propios intereses sin considerar en nada las
consecuencias tanto sociales como ecológicas. La
blasfemia de la vida moderna se entrona ya del todo en la
recién iniciada era del neoliberalismo.
El
amor por la vida requiere, por el contrario, una moral sin
vuelta de hoja. Una verdadera revolución cultural
consistiría en la clara ruptura con ese status quo de
la realidad socio-política que minimiza la vida. Ya
es hora de que preservemos tanto la vida como la muerte,
esto es, que defendamos la dignidad de la vida y de la
naturaleza oponiéndonos a los hacedores de negocios.
Las intenciones del actual neoliberalismo con su desprecio y
destrucción de las bases socio-ecológicas
ponen de manifiesto la urgencia y necesidad con la que hemos
de acometer esta labor.
La
discusión en torno a este tema debería poner a
debate los fundamentos reales de la vida moderna. Es hora ya
de que iniciemos una "era post-civilizada"; una era del
respeto verdadero a nuestro trasfondo natural,
límites y dependencias; una era de la repulsa al
comportamiento y costumbres antagonistas a la vida que ha
tenido lugar como proceso histórico; una era, de
unión con la naturaleza y amistad entre los
compañeros humanos; una era de cultura efectivamente
cuidadora y cultivadora en la que la justicia social y la
igualdad lleguen a ser una realidad verdaderamente vivida y
asumida; en fin, una era de amor a la vida en medio de
nuestro planeta.
(versión
inglés)
(versión
alemana)
Emanzipation
Humanum,
Versión 05. 2001. Serán bienvenidos los
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